Muchas veces no entendemos cuando una persona se aleja de nuestra vida, nos produce sufrimiento y nos causa dolor sentir que se ha creado un vacío por su ausencia; sin embargo no estamos conscientes que en el plan perfecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, cada persona que se acerca a nosotros cumple una misión y nos trae una enseñanza.

No es casualidad cuando conocemos a alguien y permitimos que esa persona forme parte de nuestro entorno; sin darnos cuenta estamos permitiendo que cumplan su misión, que hagan su trabajo en nuestra vida y aunque en oportunidades nos cueste aceptar, el aprendizaje viene acompañado de sufrimiento y dolor.

Y entonces debemos aceptar que en el momento que esa persona se aleja es sencillamente porque su misión en nuestra vida ha terminado, se supone que lo que vino a enseñarnos ya fue instruido, viene el momento de procesar el aprendizaje y reconocer la experiencia agradeciendo todo lo aprendido.

De esta misma manera cada uno de nosotros cumple una misión en la vida de otras personas, nuestra experiencia, siempre inconsiente, cumple un proceso de enseñanza en la vida de otros que los ayuda a edificarse y crecer.